19 enero 2018

Siempre queda la música


Jim Kohlberg inicia su debut como director con ‘La música nunca dejó de sonar’ su única película, hasta el momento, a partir del guión de Gwyn Lurie y Gary Marks. Este film entra dentro de la categoría de cine independiente estadounidense, estrenada en 2011 y con unos magníficos actores, aunque Julia Ormond es la más conocida, yo destaco a J.K. Simmons, actor de larga trayectoria pero pocas veces con un papel principal. 

El argumento nos transporta a la vida del matrimonio formado por Henry (J.K. Simmons) y Helen Sawyer (Cara Seymour) durante mediados de los años ochenta. El padre mantiene una ideología recta y firme, muy alejada de la de su hijo Gabriel, pacifista, partidista de los valores hippies. Sus caracteres chocan y tras muchas discusiones este último decide fugarse del hogar familiar. Gabriel (Lou Taylor Pucci), es encontrado en estado catatónico tras casi dos décadas desaparecido. Sufre una lesión irrecuperable, un tumor cerebral que le está borrando la memoria y que le hace incapaz de conectar con el mundo.

Es entonces cuando la pareja se vuelca en afrontar, de la mejor forma posible, la nueva situación de su hijo. Tratarán de buscar formas de recuperar a su hijo con la ayuda de la investigadora 
Dianne Daley (Julia Ormond), que introduce la teoría de que existen nexos de unión entre la memoria biográfica más personal y los recuerdos musicales.




Basándose en esta teoría, exponen a Gabriel a distintas canciones a fin de buscar una reacción y, a partir de ahí, enfrentarse a la realidad. Es precioso ver como el padre y el hijo se encuentran y se reconcilian a través de la música. Es inevitable sentirte conectado tanto con el personaje del hijo como con el del padre. Nada me toca más la fibra que ver relaciones construidas y reconstruidas entre padres e hijos.

La película ‘La música nunca dejó de sonar’ nace a partir de uno de los relatos del neurólogo Oliver Sacks (1933-2015). A lo largo de su carrera profesional recopiló una serie de casos de los que fue testigo, por ejemplo, ‘Un antropólogo en Marte’ (1995) o ‘El último hippie’, del que surgió la película de la que hoy hablo.


Gabriel es un gran aficionado a la música que ahondaba en la crítica social o en la situación interna del país y escuchaba sin parar a artistas como Bob Dylan, Rolling Stones, Greatful Dead, The Beatles (momento especial con All you need is love, pelos de punta) y una larga lista. Si te gusta la música de esta época disfrutarás con la estupenda banda sonora de esta película. Un estilo de música que a su padre siempre le había horrorizado pero que decide escuchar por primera vez. Las miradas que el padre le dedica a su hijo estaban tan llenas de amor, de amor del de verdad, que olvidas que es una interpretación. Impresionante. 



Se nos escapan los misterios de la mente humana y, con respecto a la música, nacen muchas incógnitas. ¿La música puede funcionar como terapia para el alma y el cuerpo?; ¿Por qué nos puede llevar a otras épocas, otros lugares?; ¿De donde salen esas emociones y reacciones fisiológicas que no podemos controlar al escuchar música?; ¿Por qué de repente se abren esos rincones de nuestra mente que no solemos visitar?

La música nunca dejó de sonar’ es una película de bajo coste, se han empleado pocos recursos económicos en ella pero la humanidad que desprende deja en evidencia cómo la magia supera a la mejor de las técnicas. Es una película sin grandes pretensiones pero sencilla y tierna. La recomiendo sin duda.