01 mayo 2019

Un musical en el que algo horrible pasa


Decir que es intensa, es quedarse corta.
Lars Von Trier domina en esta película la narración clásica de forma muy efectiva. Sus tramas avanzan como un tren en marcha, sus personajes están bien definidos y no hay sitio para ambigüedades. A diferencia de otras obras del autor, en esta el director adopta convenciones de géneros populares sin ningún problema.
Bailar en la oscuridad cuenta la historia de Selma, inmigrante checa, ella trabaja en una fábrica de Estados Unidos con el objetivo de ganar el dinero suficiente para poder operar a su hijo de una enfermedad que le lleva a la pérdida progresiva de visión y que ella también padece. Haciendo frente a diario a las complicaciones causadas por su escasa visión, la única vía de escape ante esta fatal rutina es ver musicales en la gran pantalla y aquellos con los que ella fantasea en su imaginación. 

La poca visión de Selma provocará situaciones que pondrán en peligro su vida laboral. La película refleja el lado más amable y solidario de una persona inmigrante con enormes dificultades como lo demuestra su protagonista y el personaje interpretado por Catherine Deneuve, Kathy que le acompaña y se preocupa por ella en todo momento. 

Bailar en la oscuridad nos muestra las circunstancias tan duras que tiene que soportar una mujer inmigrante con pocos recursos y una enfermedad genética. En su vida se cruzan variables desafortunadas, la que sellará su destino será cruzarse con un vecino que a la mínima oportunidad se aprovecha de su situación causándole graves problemas y cuando digo graves me 
refiero a la más extrema gravedad.
La actuación de Björk en este film es increíble. Nunca da un paso en falso, dándonos una interpretación que es tan emocionalmente desnuda y cruda, que a veces es difícil de ver. Ella proyecta una mezcla compleja de vulnerabilidad juvenil y determinación maternal. Este film jamás hubiese sido lo mismo sin su entrega e intensidad en el papel de Selma.

Creo que lo más sensato, incluso realista de Bailar en la oscuridad, es el romanticismo con el que ella afronta su día a día. Los que ya hayáis visto la película, pensaréis que esa es la parte más inverosímil, pero yo no comparto esa opinión.
Cuando el mundo pesa tanto, tanto que casi no nos permite movernos necesitamos una vía de escape, y este escape, en el caso de Selma son sus fantasías.
El aspecto técnico de Bailar en la oscuridad es brillante, sobre todo porque no hace falta ser una experta para reconocer la calidad de las secuencias. La cinta tiene un marcado contraste entre la realidad y los musicales que ella crea en su imaginación. Es relevante la diferencia que existe entre el trabajo aburrido y monótono en la fábrica y el momento del musical donde todos los trabajadores parecen felices bailando con una coreografía elaborada que parece que surge de una forma natural. No sólo existe una clara diferencia entre estos dos mundos por lo que el público puede intuir, sino también por la iluminación, los movimientos de cámara y la puesta en escena y en plano.

Von Trier se apoya en el género musical para hablar de la cultura del dinero, la hostilidad hacia los inmigrantes y la pena de muerte. Hacerlo es claramente irónico en un tipo de cine que nunca habla de estos temas, pero, al mismo tiempo, los temas que se tratan en la película se corresponden con los que sufre mucha gente en la vida real  como la insolidaridad, la injusticia, la mala gestión de las leyes y las condenas en Estados Unidos.
Uno de mis momentos favoritos de Bailar en la oscuridad es su interpretación del tema I’ve seen it all. Aquí el personaje de Selma busca a convencer a Jeff (su pretendiente romántico) de que no le importa perder la vista. Comienza como un diálogo entre ambos en donde enumeran todos los lugares que ella ha visitado, en la realidad y en su imaginación. Pese a que a puede parecer una versión de My favorite things de Sonrisas y lágrimas, I’ve seen it all es un remolino de emociones.

Lars Von Trier nunca decepciona y aquí la esperanza de encontrar una tierra prometida en Estados Unidos, la desilusión al descubrir un entorno hostil y la forma aparentemente amable bajo la que se presenta la hostilidad, simplemente son perfectas.
Sobrecogedora, esta palabra nunca la he utilizado con tanto convencimiento a la hora de describir una película como con Bailar en la oscuridad. Es difícil encontrar películas en las que el significado y la emoción estén tan bien compenetrados.