01 enero 2019

Diversidad con diversión, pero poca



Tengo sensaciones encontradas con Campeones. Es fácil dejarse llevar por el buenrrollismo y el chiste fácil que inunda hasta ahogar las dos horas de la cinta. Comenzaré hablando de sus virtudes y luego, ya sí, me centraré en sus defectos. Alguno hay.
Lo mejor es que no transforma a los protagonistas. Al final acaban como empiezan y eso es de agradecer. Estamos tan acostumbrados a ver otras películas que tratan este tipo de temáticas en las que se encumbra a las personas con discapacidad que temía que fuera una más.


Tuve pánico de que al final de la película lo estropearan. Esos segundos en los que uno de los jugadores del equipo lanza una canasta y no se sabe si el balón va a entrar o no, se me hicieron interminables. Yo rezaba porque no ganaran el partido. Y gracias a que perdieron vivimos un momento mil veces mejor que verles conseguir la victoria.

En un mundo tan sucio y competitivo en el que la gente pierde los papeles constantemente por quedar primeros, en cualquier ámbito de la vida, resulta un golpe de aire fresco verles locos de alegría por quedar subcampeones, al fin y al cabo, como dice uno de los personajes de la película: "¿Qué es mejor un marino o un submarino?".

Ahora comienzo con lo peor que he visto de Campeones. Me siento obligada a pedir perdón por ello.

Excepto el final, todo resulta muy pero que muy previsible, repite una y otra vez clichés mil veces vistos. Hay diálogos muy machistas, solo hay que analizar los poquísimos personajes femeninos que aparecen y cómo se habla de las mujeres. ¿Esta película pasaría el test de Bechdel?


Cinematográficamente hablando es bastante flojilla, parece una película de sobremesa. Visualmente sin chispa y se hace difícil soportar la banda sonora, el sonido de los violines retumba en tu cerebro horas después de terminar de verla.

He podido leer en una entrevista que Campeones está inspirada en el hijo del director, Javier Fesser, y por eso está protagonizada por personas con discapacidad intelectual.

Su protagonista, Javier Gutiérrez, está genial en su rol de duro que luego se ablanda. No puedo decir lo mismo de Athenea Mata, cuya obsesión por tener un hijo es el único eje sobre el que gira su papel y además es tan mala actriz que no se acaba de entender en qué estaba pensando el director al poner juntos a esos dos intérpretes.


Solo porque la película está llena de buenas intenciones le deseo mucha suerte en los Oscar. Pero si haces una pequeña investigación sobre el resto de películas nominadas, es imposible que España gane. La historia se queda muy corta en comparación con el resto.

En caso de que pierdan, espero que el director y los actores reaccionen de la misma manera que los personajes de la película. Y, la verdad, seguro que tendrán la oportunidad de predicar con el ejemplo. Si cuando llegue febrero resulta que fallo en mis predicciones, podéis ponerme verde en vuestros comentarios.