01 julio 2020

Caminos diversos: Encuentros, amor, sexo...



“Encendí la tele en un intento de ensordecer mi barullo interno, bajé un poco el volumen para no molestar a los vecinos, aunque mi vecino acostumbraba a trasnochar como yo, no sabía quién era, pero conocía perfectamente sus gustos musicales, Nirvana, los Sex Pistols, me despertaban alguna que otra mañana recostada en la cama. Me puse a imaginar, un rostro, un pecho y un cuerpo”.
Marta Isasi Mediavilla es la autora de la preciosa novela, Caminos diversos, en ella dos jóvenes con diversidad funcional tratan de abrirse paso en el amor y el sexo con ayuda de la asistencia sexual. Marta asegura que escribió el libro por un sentimiento de justicia social, ella ha vivido siempre rodeada por gente con discapacidad, lo que le da una visión más clara al respecto.
“Quería ampliar información sobre asistencia sexual. Era novata y, precisamente porque yo iba a ser la directora de orquesta, necesitaba conocer los instrumentos y diferentes tipos de melodía que podríamos hacer sonar juntas”. 
No es habitual que en una historia con personas con diversidad funcional sean ellos mismos los sujetos activos de la historia. Ellos son los protagonistas sobre los que giran todas las tramas, las de amor, las de sexo… Esta diferencia la hace única, la novela no nos muestra como pobrecitos, ni gira todo en torno a las enfermedades, por supuesto que es una parte muy importante. Sería absurdo obviarla, pero también convertirla en las protagonistas de la historia. 

“Él habría pasado meses, incluso años, renunciando a ser lo que él quería ser para estar a mi lado, para cuidarme. un camino poco gratificante. La realidad puede acabar enterrándote en vida y eso es trágico. Quizá hubiese podido estar pendiente en los inicios, pero más tarde echaría de menos tener toda su prole de hijos, los viajes, los deportes... un sinfín de proyectos compartidos que ya no existirían. Estaría obligado a ver mi declive y verlo yo es suficiente”.


“Tomo la determinación de ser auténtica y honesta a partir de este momento en mis relaciones. Había perdido demasiado tiempo de mi vida en irme por las ramas. Quería responsabilizarme de manejar directamente mis asuntos. Miré el libro que tenía sobre mis piernas. Qué mejor manera de empezar con este tema que tanto me preocupaba. Por fin me iba a leer el libro sobre resistencia sexual”.
Lo mejor de Caminos diversos son las descripciones, todas son muy rigurosas y es apreciable todo el trabajo de documentación que la autora ha llevado a cabo para retratar los detalles de varias enfermedades que aparecen en las páginas de la novela. Uno de sus personajes es una mujer que convive a diario con el dolor, padece fibromialgia. Describe con precisión los aspectos más fisiológicos de esta enfermedad, así como del infarto cerebral, enfermedad no degenerativa y otras que sí que lo son como la esclerosis primaria progresiva o el mal de Arnold Chiari, enfermedad considerada rara. 


“Dos semanas para mí eran una eternidad. Vivía en la cuerda floja, sin la seguridad de saber si sentiría los dedos de mi mano al día siguiente, si mis hormigueos me dejarían hacer los movimientos del día anterior o si mi memoria recordaría lo vivido. No iba a dejar de hacer planes en cualquier caso”. 
Una de las cosas que he sacado en claro tras esta lectura es que no solo somos un cuerpo, eso no es lo que nos define. Y ahí es donde habita lo realmente importante de esta autora, en su capacidad para ver más allá. Esa sensibilidad y cercanía con la que muestra el todo de un personaje y no lo mismo de siempre. Todo está en esta novela, todo. El deseo, el amor, la esperanza, el descubrimiento, la sensualidad, el dolor, el rencor, básicamente lo que ocupa y preocupa a cualquier ser humano.




“Me emocioné al recordarme despertar en el hospital con mi madre al lado. (…) Qué importa el trabajo, los vecinos, la ropa, las valoraciones de los demás... lo único que cuenta, cuando ya nada cuenta, es lo que amas, los que te han amado”. 
Su talento narrativo es impresionante, el ritmo de Caminos diversos es como el de una melodía que sube y baja un poco, pero siempre se mantiene en lo más alto. Su interés no decae y la intensidad de los diálogos te deja siempre con ganas de más. Su capacidad para enganchar lo convierte en un libro de fácil y rápida lectura.
“Si tan solo supiéramos el coste de las cosas, el tesoro que es nuestro cuerpo, el incalculable valor del tiempo, podríamos ser más conscientes y vivir plenamente disfrutando del momento que se nos está dando. Porque, según nos hacemos mayores, o si somos jóvenes con limitaciones físicas o intelectuales, nos hacemos cargo de la importancia de lo que perdimos, pero ya no hay marcha atrás. Por mucho que se lo expresemos a los que nos observan, es una especie de eco sordo que no les cala por esa ilusión paranoica que tenemos de inmortalidad y omnipotencia. Si nos liberáramos de esos delirios de grandeza, nuestra mente sana se encargaría de que viviéramos nuestro potencial disfrutando de él en libertad”.
El libro cuenta con mucho acierto que las personas con discapacidad tenemos muchas iniciativas. Cuenta la visión infantilizada que la sociedad tiene de nosotros. Detalla las labores del asistente sexual, despeja muchas dudas y elimina prejuicios con respecto a la asistencia sexual. Y, sobre todo, deja patente la necesidad que existe de una asistencia sexual habitual y normalizada.

“Se me ha hecho tarde. Me he hecho mayor, pero ahí sigo, en la vida”.