01 enero 2021

La ridícula idea de no volver a verte: Decir adiós


Rosa Montero es una periodista y escritora cuya obra literaria ha merecido el reconocimiento de la crítica. En su haber se encuentran premios literarios como el Premio Primavera 1997 por La hija del caníbal, el Premio Qué Leer 2003 a la mejor novela española, el Grinzane Cavour 2004 por La loca de la casa, el Premio Qué Leer 2005 y el Mandarache 2007 por Historia del Rey Transparente.

Su trayectoria periodística es también destacable. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en 1981 en la categoría de reportajes y artículos literarios y ha colaborado en varios medios de comunicación, entre los que se encuentran Fotogramas, Pueblo, Posible, Hermano Lobo o El País.

El diario que Curie escribió después de la muerte de su marido es el detonante para que Montero hable del fallecimiento de su marido, Pablo Lizcano, o más bien, hable de cómo lo ha vivido ella. Las primeras líneas de La ridícula idea de no volver a verte pretenden ser una declaración de intenciones:

“Como no he tenido hijos lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos”.

Según ella misma afirma es una de esas escritoras a las que no les interesa contar su vida ¡pues quién lo diría! Utiliza a una tal Marie Curie para hablar de sí misma. Demasiado Rosa Montero por todas partes, una mujer muy egocéntrica si piensa que su historia va a despertar el mismo interés que la de Curie, precisamente por eso, me ha parecido un poco flojo, esperaba mucho más.

“Quizá sea también el deseo de demostrar al mundo y sobre todo a mí misma que aquella a quien tú amaste realmente valía algo”.

Pese a que yo puse toda mi sensibilidad a flor de piel para leer el libro, no logré emocionarme con La ridícula idea de no volver a verte, porque frente a mi buena disposición me encontraba con esos #hashtag, que se reparten por todo el libro haciéndome daño en los ojos.

“Fuera la dictadura de #HacerLoQueSeDebe. Adiós a la #Ambición esclavizante y a la inseguridad torturadora”.

También te topas con esas expresiones demasiado coloquiales que no forman parte de ningún diálogo, pero con las que Montero pretende ser cercana y que sin embargo, resulta frívola.

“Las personas somos así de maniáticas: yo, por ejemplo, siempre sonrío hasta en las fotos menos adecuadas, porque, cuando estoy seria, se me pone una cara de apenado perro pachón con la que no me siento identificada”.

Algunos ejemplos de expresiones que rompen cualquier idilio con la lectura son:

[…] con la intensidad de su vida morrocotuda”.

[…] se había enamorado como una becerra”.

Otro tema que se me ha atragantado es la mención de forma constante al feminismo, que en determinados momentos me alejaban de la idea central del diario, por eso me incomodó, y también por tópicos que se cuelan en el tema del feminismo que siempre he pensado que más que ayudar nos hacen aumentar la brecha.

“Nunca se suele resaltar como valor negativo que un hombre sea ambicioso: al contrario, forma parte de su capacidad de lucha, de su competitividad, de su grandeza. Pero una mujer ambiciosa… ay, es una bruja. Mala de verdad”.

Tengo que ser justa, hay momentos en los que Montero consigue emocionarme sin que medie Curie, momentos en los que habla de Pablo Lizcano, su pareja, de su amor por él, de su pérdida. Por ejemplo, cuando estando Pablo en el hospital la llamaba perrita, con todo el amor y la ternura del mundo. Esos son los momentos en los que por fin me la creo y conecto. Son momentos breves que rápidamente Montero rompe con un hashtag o un cambio de ritmo.

“¿Pero cómo es posible que no esté? Esa persona que tanto espacio ocupaba en el mundo, ¿dónde se ha metido?”.

Es Curie y su corto diario lo que realmente me llega y me emociona (son unas 20 páginas que aparecen al final del libro), y será ella quien muestre cómo con un lenguaje sencillo se puede transmitir con muchísima más intensidad todo el dolor y todo el amor y todo lo que significa la muerte de un ser querido.

Marie y Pierre Curie

La ridícula idea de no volver a verte nació a partir del diario personal de Curie, lo mejor del libro para mí y que creo que merece una edición propia. En la obra, Montero construye una narración a medio camino entre el recuerdo personal y la memoria de todos, entre el análisis de nuestra época y la evocación íntima. Son páginas que hablan de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, de la buena muerte y de la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de la existencia con plenitud y con ligereza.

Según la autora:

"El autor joven siempre escribe de sí mismo aun cuando hable de los demás, y el autor maduro siempre escribe de los demás aun si habla de sí mismo".

Para ser sincera, me he acercado a La ridícula idea de no volver a verte por Marie Curie y no por su autora, Rosa Montero. Cuando Montero leyó el maravilloso diario que Curie comenzó tras la muerte de su esposo, y que se incluye al final de este libro, sintió que la historia de esa mujer fascinante que se enfrentó a su época, le llenaba la cabeza de ideas y emociones. Ella dedicó su vida a la Ciencia y aportó con sus investigaciones un avance crucial en la radiactividad.

“El verdadero dolor es inefable, nos deja sordos y mudos, está más allá de toda descripción y todo consuelo”.

No es de lo mejor que he leído, pero se defiende bien. Una biografía-reflexión un tanto "novelada" por obra y gracia de la autora.

“Qué pena que olvidé que podías morirte, que podía perderte. Si hubiera sido consciente, te habría querido no más, pero mejor. Te habría dicho muchas más veces que te amaba. Habría discutido menos por tonterías. Me habría reído más”.