01 diciembre 2019

Ordesa: Nostalgia devoradora


Ordesa es un libro autobiográfico, pero sin la arquitectura habitual de una novela. Está en la línea de un libro de memorias sobre el autor. Como él mismo dice: «Lidiar con la verdad personal es un poco complejo en una tradición literaria como la nuestra, en la que escasean libros así». Manuel Vilas practica ya, como otros escritores de su generación, una forma de narrar propia del siglo XXI.   
“Por muy mal que te vaya en la vida, siempre hay alguien que te envidia. Es una especie de sarcasmo cósmico”.
 Manuel Vilas es un escritor original y provocador, autor de novelas y de poemas, con los que ha obtenido importantes premios nacionales. Entre sus libros de poesía destacan El Cielo (2000), Resurrección (2005), Calor (2008) y Gran Vilas (2012). Su poesía completa se publicó en 2010 bajo el título de Amor. Es autor de las novelas Magia (2004), España (2008), Aire Nuestro (Alfaguara, 2009), Los inmortales (Alfaguara, 2012), El luminoso regalo (Alfaguara, 2013) y Setecientos millones de rinocerontes (Alfaguara, 2015). En 2017 publicó el libro Lou Reed era español y gana el XXV Premio de Poesía Manuel Alcántara con una poesía sobre el éxito de vivir, Gran hotel de las islas Borromeas. 


Es difícil no sentirse identificado con Vilas. Opino que los y las perfectas, cuánto más lejos mejor. Por eso, cualquiera se puede sentir enormemente atraído por un personaje tan imperfecto descrito con tanta autenticidad. Ordesa es el relato de un desgraciado, alguien lleno de complejos y defectos. Así, sin más, esa naturalidad sin florituras es la que te puede atravesar en dos. 

“Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito”.
Es caótico y desordenado, un poco repetitivo en el buen sentido, el autor consigue que cada palabra resuene en tu interior como si fuera una canción y luego se vuelve a repetir como si fueran notas musicales. Deben ser licencias que solo un poeta puede permitirse. A simple vista puedes pensar que no solo Manuel Vilas es un desastre, sino que también lo es su redacción. Pero no, todo está perfectamente hilado para que suene como una suave melodía.
"Mi madre se murió sin saber que se moría. No sabe que está muerta. Solo yo lo sé.
Ella no lo sabe".
Ordesa habla de la nostalgia y de la muerte y lo hace con tanto amor y respeto que resulta deslumbrante. Habla de su familia, que podría ser la de cualquiera aun con todas las diferencias que pudieran existir, y del vacío que siente tras sus muertes. Ellos se van y dejan cosas sin resolver, cosas que ya nunca se podrán decir. 




Hay mucha verdad en este libro y esta consigue traspasar los límites del narrador y contagiar al lector. Y lo hace a través de la vida de sus padres y ese parque de Ordesa en el Pirineo de Huesca que da título a la novela. Es en ese valle dónde se ubica uno de sus primeros recuerdos en el Seat 850 con sus padres, y cuatro décadas después recorrió ese mismo lugar con sus hijos buscando su memoria. «De eso va el libro, de esa cadena temporal en la que eres hijo para convertirte después en padre». 




Me siento devorada por Ordesa. La clave es la sencillez con la que habla de esos temas a los que tanto nos suele costar hacer frente. El miedo y la tristeza están ahí constantemente, pero también hay un toque de esperanza y de alegría y como él mismo dice: «Todo el libro es una carta de amor a mis padres, a los que les doy las gracias por traerme al mundo», resume Vilas. Es una obra simplemente pura.
“Mis padres ya no existen, pero existo yo, y me marcho en cinco minutos”.