01 enero 2020

Drácula: Sangre, vida y muerte


Bram Stoker, el célebre escritor de Drácula, tuvo una infancia particular, estuvo enfermo de niño y su madre tuvo que educarlo en casa, pero su elección de temas para enseñarle a su hijo era un tanto macabro. Primero voy a poneros en contexto, Bram Stoker era irlandés y durante su niñez se produjo La hambruna irlandesa, un período de inanición, enfermedad y emigraciones masivas en Irlanda entre 1845 y 1849. Ella llegaba a casa y le contaba a su hijo todas las atrocidades que veía fuera. Y así, fue cómo comenzaron sus primeros contactos con un tema, para él, apasionante: la cercanía de la muerte. 


Drácula es una novela gótica que, aunque es un subgénero dentro de la literatura de terror, definitivamente no es lo mismo, por ejemplo, en la novela gótica el antagonista es la maldad pura y no solo un personaje adverso a los planes del “bueno”, otra característica que lo diferencia es la aparición de conflictos éticos y morales para los protagonistas, también los numerosos elementos eróticos que aparecen en una novela gótica la hacen diferente, pero se trata de una sensualidad muy sutil que aparece representada en el hecho de que el Conde Drácula muerda en el cuello a la mujer protagonista de la historia para beber su sangre, y esto ocurre como una alusión al alto ideal de castidad de la época victoriana, y, por último, el hecho de que el “malo” deba vivir en un lugar físico, en este caso, en un castillo. 



Una de las cosas menos buenas de la novela es que es muy larga y esto es algo que siempre asusta. Lo bueno ocurre cuando no sobra ni falta ninguna palabra y en este caso, eso no pasa. Bram Stoker se sumergió, durante los ocho años que estuvo escribiendo la novela, en la investigación de los miedos más profundos del ser humano en las diferente culturas. Hay algunos capítulos realmente aburridos por lo mucho que Stoker quiere detallar la historia, ha habido mucha descripción innecesaria (ocho años escribiéndola, imagínate). 



Tras un inicio prometedor, la novela va decayendo y me ha costado engancharme, pero he hecho el esfuerzo de continuar porque se trataba de un clásico y en parte, porque esperaba un final deslumbrante. Y no. Su final es muy feliz, demasiado feliz, como es una novela moralista, Drácula tiene un desenlace donde los principios, los valores y la bondad van a triunfar sobre lo malo y lo adverso. Además, los buenos son muy buenos y el malo muy malo, algo que ha llegado a desesperarme a medida que iba avanzando en la historia. 




Pero no todo ha sido malo. Los capítulos están intercalados entre sí y cada uno de ellos es una parte del diario de algunos de los personajes principales y, a su vez, esta es una de las características más bonitas de la novela y es que en ella existen muchas tipologías textuales. Hay cartas, diarios, telegramas, notas de periódicos, grabaciones fonográficas, por lo que, no es una simple narración al uso, sino un testimonio. Eso es lo que más enriquece la novela.


Drácula habla del origen de los miedos humanos y de la maldad y por eso sigue teniendo vigencia en la actualidad y además creo que también habla de los avances tecnológicos y científicos de la historia hasta ese momento. Las transfusiones de sangre son importantes y la máquina de escribir y nuevas formas de comunicación están muy presentes en toda la obra. Por eso creo que Bram Stoker fue un adelantado a su época, un visionario.



Drácula de Bram Stoker es el auténtico origen del mito y solo por eso merece la pena ser leído. Con el tiempo, el personaje de Drácula acabaría convirtiéndose en todo un arquetipo de la literatura y la ficción. Un personaje digno de convertirse en leyenda.