Decir que es intensa, es quedarse corta.
Lars Von Trier domina en esta película la
narración clásica de forma muy efectiva. Sus tramas avanzan como un tren en marcha, sus personajes están bien
definidos y no hay sitio para ambigüedades. A diferencia de otras obras
del autor, en esta el director adopta convenciones de géneros populares sin
ningún problema.
Bailar en la oscuridad cuenta la historia de Selma, inmigrante
checa, ella trabaja en una fábrica de Estados Unidos con el objetivo de ganar
el dinero suficiente para poder operar a su hijo de una enfermedad que le lleva
a la pérdida progresiva de visión y que ella también padece. Haciendo frente a
diario a las complicaciones causadas por su escasa visión, la única vía de
escape ante esta fatal rutina es ver musicales en la gran pantalla y aquellos con
los que ella fantasea en su imaginación.
La poca visión de Selma provocará situaciones que pondrán en peligro su vida laboral. La película refleja el lado más amable y solidario de una persona inmigrante con enormes dificultades como lo demuestra su protagonista y el personaje interpretado por Catherine Deneuve, Kathy que le acompaña y se preocupa por ella en todo momento.
Bailar en la oscuridad nos muestra las circunstancias tan duras que tiene que soportar una mujer inmigrante con pocos recursos y una enfermedad genética. En su vida se cruzan variables desafortunadas, la que sellará su destino será cruzarse con un vecino que a la mínima oportunidad se aprovecha de su situación causándole graves problemas y cuando digo graves me
refiero a la más extrema gravedad.
La actuación de Björk en este film es
increíble. Nunca da un paso en falso, dándonos una interpretación que es
tan emocionalmente desnuda y cruda, que a veces es difícil de ver. Ella proyecta
una mezcla compleja de vulnerabilidad juvenil y determinación maternal. Este
film jamás hubiese sido lo mismo sin su entrega e intensidad en el papel de
Selma.
Creo que lo más sensato, incluso realista de Bailar en la oscuridad, es el romanticismo con el que ella afronta su día a día. Los que ya hayáis visto la película, pensaréis que esa es la parte más inverosímil, pero yo no comparto esa opinión.
Cuando el mundo pesa tanto, tanto que casi no
nos permite movernos necesitamos una vía de escape, y este escape, en el caso
de Selma son sus fantasías.
El aspecto técnico de Bailar en la oscuridad es
brillante, sobre todo porque no hace falta ser una experta para reconocer la
calidad de las secuencias. La cinta tiene un marcado contraste entre la realidad
y los musicales que ella crea en su imaginación. Es relevante la diferencia que
existe entre el trabajo aburrido y monótono en la fábrica y el momento del
musical donde todos los trabajadores parecen felices bailando con una
coreografía elaborada que parece que surge de una forma natural. No sólo existe
una clara diferencia entre estos dos mundos por lo que el público puede intuir,
sino también por la iluminación, los movimientos de cámara y la puesta en
escena y en plano.
Von Trier se apoya en el género musical para
hablar de la cultura del dinero, la hostilidad hacia los inmigrantes y la pena
de muerte. Hacerlo es claramente irónico en un tipo de cine que nunca habla de
estos temas, pero, al mismo tiempo, los temas que se tratan en la película se
corresponden con los que sufre mucha gente en la vida real como la insolidaridad, la injusticia, la mala
gestión de las leyes y las condenas en Estados Unidos.
Uno de mis momentos favoritos de Bailar
en la oscuridad es su interpretación del tema I’ve seen it all. Aquí el personaje de Selma busca a convencer a
Jeff (su pretendiente romántico) de que no le importa perder la vista. Comienza
como un diálogo entre ambos en donde enumeran todos los lugares que ella ha
visitado, en la realidad y en su imaginación. Pese a que a puede parecer una
versión de My favorite things de Sonrisas
y lágrimas, I’ve seen it all es un remolino de emociones.
Lars Von Trier nunca decepciona y aquí la esperanza de encontrar una tierra prometida en Estados Unidos, la desilusión al descubrir un entorno hostil y la forma aparentemente amable bajo la que se presenta la hostilidad, simplemente son perfectas.
Sobrecogedora, esta palabra nunca la he
utilizado con tanto convencimiento a la hora de describir una película como con
Bailar
en la oscuridad. Es difícil encontrar películas en las que el
significado y la emoción estén tan bien compenetrados.
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